miércoles, 5 de marzo de 2014

Mindfulness y neurobiología

Los avances de algunos métodos de estudio del cerebro, como las técnicas de neuroimagen, hace que estemos en condiciones de estudiar los correlatos neurobiológicos de los pensamientos y de las emociones con un grado de precisión antaño inimaginables.
Estas técnicas nos están permitiendo conocer la interacción mente-cerebro por primera vez en la historia de la humanidad y han comenzado a hacer posible saber lo que sucede en el cerebro cuando se practica mindfulness.
Aunque las interacciones interpersonales puedan parecer en un principio algo muy alejado de la meditación en realidad es posible estudiar  la profunda relación que existe entre ambos, relación que se establece precisamente a través del conocimiento de la actividad de ciertos circuitos cerebrales.

La peculiaridad y novedad de la situación actual reside precisamente en la posibilidad de que se produzca un diálogo entre disciplinas que antes se encontraban bastante aisladas, como la neurociencia, la psicología del desarrollo, la psicoterapia y el propio conocimiento de la mente que se alcanza por la práctica de mindfulness.
Todos estos conocimientos se potencian mutuamente, siendo posible llegar a niveles de comprensión de la realidad humana mucho más profundos que los derivados del cultivo aislado de cualquiera de estas disciplinas.

¿Pero...de qué hablamos, cuando decimos mindfulness?
Mindfulness no es un descubrimiento moderno, aunque vivamos ahora su redescubrimiento (y un cierto reencuentro) en el marco de la cultura occidental.

En realidad, mindfulness es, en sí misma, algo muy simple y familiar, algo que todos nosotros hemos experimentado en numerosas ocasiones de nuestra vida cotidiana. Cuando somos conscientes de lo que estamos haciendo, pensando o sintiendo, estamos practicando mindfulness.
Lo que sucede es que habitualmente nuestra mente se encuentra vagando sin orientación alguna, saltando de unas imágenes a otras, de unos a otros pensamientos.
Mindfulness es ser conscientes de los contenidos de la mente momento a momento. Es la práctica de la autoconciencia.
El primer efecto de la práctica de mindfulness es el desarrollo de la capacidad de concentración de la mente. El aumento de la concentración trae consigo la serenidad. Y el cultivo de la serenidad nos conduce a un aumento de la comprensión de la realidad  y nos aproxima a percibir la realidad tal como es, sin interpretación.
Ser conscientes de lo que sucede en el presente inmediato y ser consciente de cómo se viven esas experiencias del momento presente.
Abandonar los prejuicios, abrirse a la novedad y conocerse a sí mismo. Prestar atención al momento presente nos permite llegar a captar la realidad por una parte y la forma en que nuestra mente la deforma, por otra.

Del estado al rasgo
La concentración de la atención momento a momento, que al principio exige un esfuerzo considerable, (persistir, por ejemplo, en la atención a la respiración, evitando constantemente la intrusión de pensamientos o emociones), con el tiempo se va convirtiendo en un hábito automático, que no requiere apenas esfuerzo.
Lo que al principio era un estado transitorio se va transformando, con la práctica, en un rasgo.
¿Existe evidencia científica de que esto sea así, de cambios en el cerebro de forma duradera?
El estudio de Lazar y el estudio de Brefczynski-Lewis demuestran que sí.
Cuanto más experto se es, menos esfuerzo cuesta alcanzar el estado de concentración, ya que las redes neurales necesarias son anatómicamente más robustas.

Por tanto, la investigación neurobiológica confirma que al practicar mindfulness estamos propiciando un cambio inmediato en nuestro estado mental y que si la práctica se prolonga durante bastante tiempo, lo que al principio no era más que una modificación funcional transitoria, se convierte en cambios permanentes en la estructura cerebral, cambios que implican modificaciones también duraderas en la manera de ser y de reaccionar del sujeto, en definitiva, el cambio de un rasgo en su personalidad.

(Fuente: Dr. Vicente Simón)

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